
Normalmente lo sé todo.
Sin embargo, he de reconocer que los interfaces eran un misterio para mí en el inicio de esta aventura que nos disponemos a emprender mis compañeros de trabajo y yo, desde que leí un artículo sobre ellos en un artículo cedido por la directorea de nuestra redacción.
¿Qué interfaces emplear para que nuestros compañeros pudiesen acceder a las diferentes secciones de las que nuestra página web va a disponer?
Un domingo pasaba ante mí totalmente vacío, sin nuevas ideas, a sabiendas de que el lunes debería presentarlas en la redacción.
Cogí a mi bien querido Hemingway y pretendí inspirarme en él; luego a Faulkner; probé hasta con Sánchez Dragó y sus debates en el canal más parecido a Intereconomía que he visto en mi vida -y que, por cierto, no me inspiraba en absoluto-, y me decidí por dejarlo pasar.
Decidí relajarme en casa: primero cogí un cd, puse a Tom Waits muy bajito susurrándome al oído; dejé a Hemingway y a Faulkner en el estante; coloqué la fotografía de Cartier Bresson que atesoro en la mesilla del salón -y que mi perro había tirado en uno de sus ataques de euforia-, y me dispuse a ver "Manhattan" una vez más.
Fue entonces cuando me di cuenta: música, fotografía, cine, literatura.... Todo a mano en mi salón.
La redacción abría sus puertas con la sonrisa de cinco de sus trabajadores en sus caras: todos ellos habian tenido la misma visión la noche anterior en sus salones; todos llegaban decididos a exponer la idea que habían tenido como solución al misterio de los interfaces: éstos serían los muebles de un salón virtual, que irian pasando ante nuestros ojos, hasta completar su estructura.
1 comentario:
Y con una interfaz semejante, ¿quién puede dudar de nuestra arte?
xD
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