jueves, 8 de enero de 2009

El misterio del interfaz


Normalmente lo sé todo.

Sin embargo, he de reconocer que los interfaces eran un misterio para mí en el inicio de esta aventura que nos disponemos a emprender mis compañeros de trabajo y yo, desde que leí un artículo sobre ellos en un artículo cedido por la directorea de nuestra redacción.
¿Qué interfaces emplear para que nuestros compañeros pudiesen acceder a las diferentes secciones de las que nuestra página web va a disponer?

Un domingo pasaba ante mí totalmente vacío, sin nuevas ideas, a sabiendas de que el lunes debería presentarlas en la redacción.
Cogí a mi bien querido Hemingway y pretendí inspirarme en él; luego a Faulkner; probé hasta con Sánchez Dragó y sus debates en el canal más parecido a Intereconomía que he visto en mi vida -y que, por cierto, no me inspiraba en absoluto-, y me decidí por dejarlo pasar.

Decidí relajarme en casa: primero cogí un cd, puse a Tom Waits muy bajito susurrándome al oído; dejé a Hemingway y a Faulkner en el estante; coloqué la fotografía de Cartier Bresson que atesoro en la mesilla del salón -y que mi perro había tirado en uno de sus ataques de euforia-, y me dispuse a ver "Manhattan" una vez más.
Fue entonces cuando me di cuenta: música, fotografía, cine, literatura.... Todo a mano en mi salón.

La redacción abría sus puertas con la sonrisa de cinco de sus trabajadores en sus caras: todos ellos habian tenido la misma visión la noche anterior en sus salones; todos llegaban decididos a exponer la idea que habían tenido como solución al misterio de los interfaces: éstos serían los muebles de un salón virtual, que irian pasando ante nuestros ojos, hasta completar su estructura.

1 comentario:

Elena dijo...

Y con una interfaz semejante, ¿quién puede dudar de nuestra arte?

xD